En el mes de enero me sucedió algo muy particular en mi plano laboral. Una amiga le sugirió a una colega de oficina que consultara con un psicólogo porque la veía muy apesadumbrada respecto de sus hijos, era separada. El tema de los hijos compartidos con el papá puede ser muy agobiante si no se resuelve de manera indicada y nefasto para los hijos que son los que están al medio. La mujer me llamó y me hizo una solicitud: atenderla en el marco de una especie de terapia grupal con dos amigas que compartían la problemática. La modalidad se llama “Terapia party” y se ha empezado a usar en Estados Unidos y Europa, particularmente en Inglaterra, como una manera de acercar a las personas reacias a acudir al psicólogo, pero que lo necesitan, para resolver determinadas situaciones conflictivas en sus vidas. Además, según quienes lo iniciaron y quienes lo han practicado es una muy buena instancia para solucionar profesionalmente algunos problemas que no requieren largas terapias. Por otro lado, el estar en un ambiente de confianza, con amigas, y con una profesional de la salud mental entrega miradas distintas a la propia generando mayor apertura y más opciones de resolución.
Si bien esta corriente propone que cada uno cuente su problema, independiente de lo que se trate, a mi me parece que, ya que el tiempo es definido y son 3 ó 4 amigas, si cada una habla de un tema distinto, difícilmente se podrán abordar con la seriedad suficiente como para entregar algo más que no sea un consejo de amiga. Por esto, creo que lo óptimo y más provechoso es que se trate de un mismo tema y la diversidad lo dará el enfoque de cada participante. Mi probable “grupo paciente” perdía el sueño por lo mismo, por lo que nos reunimos las 4 para hablar sobre los hijos cuando los padres están separados y cómo intentar dar solución a los tiempos compartidos, la duplicidad de casa, dormitorio, reglas, etc. que implica tener la casa de la mamá y la casa del papá.
La terapia party resultó tan bien que unos días después me llamó otra amiga para hacer lo mismo pero con otro tema. Lo interesante de esto es que en un ambiente de confianza, con reglas establecidas, como la confidencialidad, y la mirada desde distintos ángulos, sin aconsejar se pueden lograr soluciones que antes no se nos ocurrirían porque estamos tan inmersas en nuestro problema que a pesar que una buena amiga escuche y aconseje, no es lo mismo que cuando un profesional observa, escucha y puede dar una mirada totalmente distinta, no probada antes y que se puede acomodar dependiendo de quién lo necesite. Ojo que no es que el psicólogo aconseje ni diga lo que hay que hacer, el rol del psicólogo es ayudar a mirar, mirarse, conocerse y abrir oportunidades y opciones. Y si el grupo lo cree necesario, se pueden volver a reunir unas semanas después para profundizar, incluso se pueden dar tareas entre reuniones.
Sin duda que a veces alguna de las participantes podrá tener un problema más profundo que requiere de mayor atención y mayor privacidad. No siempre se puede contar todo a todos, incluso hay situaciones que ni a la mejor amiga se le cuenta por las razones que sean. Para esas instancias siempre está la opción de la terapia individual.