A los padres no les enseñan cómo serlos y es lo bonito de ser padres. Uno va aprendiendo en el camino a través de la experiencia diaria. Lo que sí está claro es que muchas veces las cosas no salen como uno quiere. Aquí aparecen los opinólogos llamados mamás, suegras, hermanas, amigas, orientadora, profesora, etc., cuando en realidad los que mejor saben qué necesitan los niños son sus propios padres.
En TERAPIAS QUE ENSEÑAN le enseño a los padres a observar a sus hijos e implementar aquellas soluciones que necesitan. Aquí los padres podrán desarrollar habilidades parentales para observar, guiar, educar y preparar a sus hijos para la vida que se les abre ante sus ojos.
“Habilidades parentales”, en realidad, es un gran concepto con múltiples definiciones y a veces mal entendidas. En pocas palabras es la capacidad de dar respuesta adecuadamente a las necesidades de los hijos y tener la suficiente plasticidad para adaptarse a los cambios que ellos van requiriendo a medida que crecen. Esta capacidad de responder a las necesidades y la plasticidad son la base para todo lo demás. Enseñar a gatear, a caminar, a hablar, a bañarse, a jugar, a compartir, a estudiar, etc., son todos aspectos derivados.
A veces la tarea de ser padres se convierte en un trabajo tremendamente difícil y angustioso. Las dificultades que se nos presentan en el arte de criar y educar a los hijos nos ponen a prueba a diario y no siempre sabemos cómo enfrentarlas. Las necesidades naturales de los hijos según su etapa del desarrollo, sumado a las exigencias sociales a las que están sometidos ellos y los padres, más algunas situaciones fuera de lo previsto o de lo esperable, hacen que esta tarea se convierta en un desafío mayor.
Sin las habilidades parentales adecuadas, este desafío puede transformarse en una batalla por el poder, con consecuencias muy poco felices para todos los protagonistas, especialmente para los hijos.
Estas habilidades parentales no son más que el conjunto de capacidades de los padres que les permiten enfrentar de modo adaptativo y flexible a los distintos requerimientos de los hijos según la etapa del desarrollo en que se encuentren. Esto significa, en palabras más simples, que los padres puedan responder adecuadamente a las necesidades de un bebé así como a las de un hijo adolescente donde cada uno demandará cosas distintas.
La relevancia de desarrollar estas habilidades parentales es que permiten el adecuado desarrollo biológico, afectivo y social de los hijos. Un trato adecuado y sano permitirá, en el plano biológico, la autoorganización cerebral y de sus funciones a través de la migración neuronal, de la maduración y formación de las distintas áreas funcionales del cerebro junto con el funcionamiento armónico entre sus distintas estructuras.
Todo lo anterior garantiza un desarrollo motor, cognitivo, afectivo y social adecuado de los niños así como el desarrollo de una personalidad estable capaz de enfrentar los desafíos de la vida.
Los padres debieran poder responder a los requerimientos de los hijos con apego, empatía, adecuado modelo de crianza y una buena participación de las redes sociales, entendiendo estas como las relaciones familiares (hermanos, abuelos, tíos, primos, etc), amigos y colegio.
Cuando estas habilidades fallan, los hijos empiezan a sufrir psicológicamente pudiendo haber consecuencias en alguno o en todos los niveles de desarrollo mencionados. Un hijo que no se siente amado y que sus necesidades no están siendo satisfechas sufre y puede desarrollar algún trastorno o bien ser víctima de terceros que se aprovechan de sus debilidades.
No se trata de darle en el gusto a los hijos en todo lo que piden, no es de cosas materiales que se habla aquí, no son estas las necesidades. Se trata de cariño, amor, firmeza, ternura, guía, protección, acompañamiento, comprensión.